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UNA NOCHE SOBRE LA BICICLETA

UNA NOCHE SOBRE LA BICICLETA

Si la escalera tuviera peralte seguro que no se hubiera hecho necesario girar el tronco de semejante manera. Si el frenazo no hubiera controlado, por un instante, la deriva sobre el descansillo, hubiera roto los dientes contra la pared. Si la curva, en lugar de noventa, tuviera ciento ochenta grados, el quiebro hubiera quedado hasta elegante…y si la 1516 no tuviera semejante graduación…bueno, si la 1516 no tuviera semejante graduación seguro que ya no estaríamos aquí a estas horas.

Esquina suroeste, Centro Gallego, Ginebra, Suiza, 12 de la noche del día 12 de Agosto del 2012.

Uno al límite de la vertical, el que suscribe haciendo el balance macroeconómico y el desglose sectorial del producto interior bruto de la grande y libre y el tercero en cuestión, de cuyo nombre no me quiero acordar, venga convidar y venga convidar. Entre los tres una grande, una muy grande. No llevo cuenta, pero debemos de llevar aquí unas cinco horas…a un promedio de una cada veinte minutos, hacen tres a la hora, que por cinco horas hacen quince, que por tres tíos hacen…bueno, llevaremos un metro cúbico o así, que mas da 10 litros arriba que abajo. El deportista de vocación, a diferencia del de profesión, se puede permitir licencias por un día de forma esporádica y hoy nos estamos aplicando al pie de la letra la teoría.

Si ha conseguido, amigo lector, reconstruir la situación, capear el chaparrón literario y completar del tirón la lectura de la aberración superior, en forma de triple renglón de dudosa utilidad, si lo que desea es dar continuidad a la vida útil de su parque móvil neuronal, pensará, después de dejar macerar, filtrar y serenar el contenido, que uno acostumbra a engrasar, por poco mas que nada, la epiglotis con cebada. Traidor lenguaje verbal, que rápido deja a uno mal. Sabe bien, quien me conozca, que no hay nada mas lejos de la realidad, pero a veces a uno le lían y ya está liada, que le vamos a hacer.

Acabamos de recorrer varios centenares de kilómetros en bici alrededor del macizo más mediático de los Alpes, disfrutando sin prisa de uno de esos medios de locomoción, reconvertido en deporte y a la postre devaluado a la vista del gran público, por la simple razón de servir de espejo para una sociedad competitiva, mediocre y necesitada de héroes, en la que importa más el fin que los medios y, sin prisa, y casi sin darnos cuenta, hemos iniciado, hace ya unas cuantas horas, la cuenta atrás que pone fin a esta travesura ciclista.

Lo que más me gusta de este tipo de actividades, es que no es una línea en el suelo la que marca el final, la historia se acaba cuando tú quieras acabarla. Quizás se debería fomentar mas el deporte/aventura que el deporte/competición, como ya casi todos sabéis, a un servidor de ustedes, al menos, le parece la visión más romántica y auténtica de la actividad deportiva, considerando esta como escuela de vida y “atrapamiedos” personal.

Al final, esta batalla, como todas, está ya dando los últimos estertores cuando el sueño se apodera de mi conciencia, mientras espero un artilugio volador que me devuelva en busca del norte de uno de los pocos lugares donde, pese a ser, a la vista de lo visto, reducto bananero, el plátano sigue gozando de buena salud y cierto prestigio.

Aquella noche, por primera vez en la vida, dormiría literalmente encima de la bici, la 1516 hará que las protuberancias de los cóndilos férreos de las bielas conocidas como pedales, la cornamenta, potencia y demás partes vitales de la máquina en cuestión se amolden, como por arte de magia, encontrando acomodo entre las mil y una contracturas lumbares que, sin saberlo, se iban apropiando, en las horas sucesivas, del espacio existente entre la máquina y el inconsciente maquinista.

Algún dolor de espalda después, y varios masajes mediante, rebuscando entre la marabunta de fotografías telefónicas, un domingo de enero y madriguera, como hoy, me encuentro con el documento gráfico de tamaño atentado contra la ergonomía, me hecho unas risas y aprovecho para desentumecer la yemas y dar unos golpazos a las teclas.

Discúlpenme por haber gastado unos minutos de sus vidas en leer tan absurdo episodio vital, aunque viendo como está lo meteorológico y con qué nos deleitan los de la pequeña pantalla, a veces gilipolleces como esta tampoco vienen tan mal.

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